Taganana es un enclave muy particular con una esencia única que lo diferencia de otros pueblos, no ya solo del Parque Rural de Anaga, sino de Tenerife. Generalmente siempre se analizan los grandes detalles de una historia labrada durante siglos, un hilo conductor que saca a la luz las curiosidades de los pequeños sucesos e hitos que se han producido, pero muy a menudo se ha minimizado el componente humano de las poblaciones, el día a día de las personas que viven en los pueblos, sus calles, las plazas o los rincones que los hacen grandes, muy grandes.
Esa es la mirada que se expone en el Centro Cultural de Taganana, en cuyo salón de actos se ha dado una visión poco conocida del día a día que ha marcado el carácter de los tagananeros a través de la muestra denominada «Las vueltas de la memoria«. Esta exposición, organizada por la Asociación de Vecinos La Voz del Valle con la colaboración del Gobierno de Canarias, transporta a los y las visitantes a la parte de la historia más desconocida a través de los objetos más cotidianos de la casa o los fundamentales para una supervivencia básica pasada y la visualización de los/as tagananeros/as que han contribuido a elevar esa historia hasta lo sobresaliente.
En esta mirada al pasado ha sido fundamental la aportación de los propios vecinos y vecinas, auténticos/as protagonistas de un proyecto al que han cedido los objetos y las fotos que nos sitúan como espectadores/as en un contexto determinado a través de unos paneles dispuestos en el salón de actos. Paneles que nos envuelven con el contorno y las referencias de los picos más importantes y las referencias geográficas del Valle. Eso con respecto a la parte alta, porque en los bajos se encuentra el recorrido del Camino Real de Las Vueltas.
Estas referencias, la idea, el desarrollo y la excelente organización han sido obra de los antropólogos Enrique Fernández y Ramón Hernández y el arqueólogo Sergio Pou, quienes han puesto en valor un trabajo de campo que se ha desarrollado durante diez meses y que ha consistido en la recopilación de datos y organizarlos entre paneles para acercar a los/as visitantes a la memoria de los vecinos y las vecinas a través de sus objetos cotidianos y sus fotos.
«Los vecinos perciben que no es una exposición sobre la historia, sino de su historia del día a día», resume Enrique Fernández para precisar los conceptos que define la muestra tagananera.
En esos paneles aparecen textos sobre distintos hechos y temáticas que aportan la información gráfica y material de las pequeñas historias locales que se encuentran debidamente etiquetadas, como La memoria del naufragio, que trata el hundimiento del vapor francés Flachat en la costa de Taganana el 15 de febrero de 1898, en cuyo recuerdo se exponen la historia que acabó con la vida de 77 personas, una fiel maqueta del barco cedida por la iglesia y un ángel que se pudo recuperar de la tragedia.
A ese bloque le siguen La huella sonora, objetos vinculados al sonido y los ecos del pasado; La mesa a la tierra, donde se exponen fotos de la intimidad de las casas y la huerta; Luces y sombras del Valle, vinculado a la historia de lo oculto e historia populares; la Memoria visual, en donde se expone el primer proyector que llegó a Taganana de manos del cura don Isidro; o la Memoria como deuda, que establece distintos hitos históricos y fotos de la recuperación de las pequeñas historias.
Especial interés despiertan las maquetas reales de La miniaturización de la memoria; el bloque Fundación e ingenio, con utensilios de las antiguas azucareras; o uno de los protagonistas fundamentales que da la bienvenida a la sala, El Judas, «que representa lo peor de la sociedad», dijo Fernández, mientras una de las vecinas, Blancanieves Cabrera, le entregaba distintas fotos y recuerdos de su familia.
Publicado Originalmente en El Día
Imagen: El Día