El 9 de junio de 2015 la Unesco concedió el título de Reserva Mundial de la Biosfera al Macizo de Anaga. Dentro de tres años se presentará el primer informe de seguimiento de la evolución de este espacio, y de lo que este título ha supuesto para un entorno que, como recordaba esta misma semana el catedrático en botánica, Wolfredo Wildpret, aún atesora riquezas desconocidas que necesita de la ciencia y de la conservación del territorio para que se dé el equilibrio necesario, que convierta este espacio único en una fuente de riqueza para la sociedad, y sin que se vea afectada tan intensamente como lo fue cuando llegaron los conquistadores, y transformaron la que había sido, en palabras de Wildpret, una “máquina de vida” durante millones de años.
Aún no se ha conformado un órgano rector de la Reserva, aunque como admitía esta misma semana Marisa Tejedor, presidenta del Consejo Científico del Comité Hombre y Biosfera (MaB) de la Unesco en España, e impulsaron de aquel título, “es importante contar con un órgano rector pero también es cierto que la mayoría de las reservas mundiales han tardado hasta 10 años en tenerlos, así que estamos dentro de la media”. Tejedor hacía esta afirmación en el marco de las jornadas organizadas por la Fundación Santa Cruz Sostenible sobre el futuro de Anaga, cuando se cumplen esos seis años como Reserva Mundial de la Biosfera.
Anaga es un espacio único en Europa, el de mayor biodiversidad del continente. Un territorio en el que existen 196 especies de flora vascular, de las cuales 39 son endemismos macaronésicos, 102 canarios, 26 tinerfeños y 21 locales. Es uno de los tres territorios más antiguos de Tenerife, los primeros que se elevaron primero sobre el mar hace ya unos siete millones de años. Tras la acumulación de erupciones volcánicas, tan solo un millón de años atrás surgió de una de ellas el Teide. Así que, como también apuntó Wildpret, “podemos decir que Anaga, que es lo primitivo, y el Teide, lo último, en su conjunto ofrecen una visión única de Tenerife”.
La extensa riqueza, la que se conoce y la que no, abarca un territorio que, relativamente, no es tan amplio como el de otras reservas mundiales, y eso es lo que hace de Anaga un lugar tan único. La Reserva Mundial de la Biosfera cuenta con 48.000 hectáreas, de las que 33.000 se corresponden con la reserva marina, y son tres los municipios que abarca (Santa Cruz, La Laguna y Tegueste). Así, este espacio cuenta con hasta 13 figuras distintas de protección, entre otras cosas porque el título de la Unesco en España no implica una especial protección, de ahí que siga estando regulado el macizo por las leyes en vigor en el Estado español.
De esta forma, tanto la parte terrestre como la marina, cuenta con las denominadas Zonas de Especial Conservación (ZEC). La primera de ellas es la compuesta por los sebadales de Antequera, un fondo marino en el que se localizan cuevas marinas sumergidas, arrecifes, bancos de arena cubiertos permanentemente por agua marina poco profunda, y que son el hábitats de especies que como el delfín mular o de la tortuga caretta caretta.
La segunda ZEC se corresponde con el sebadal de San Andrés, que con las mismas características que el anterior se vio algo afectado por la construcción del dique de protección, pero que se trabaja para que esa afección no vaya a más. Ya en tierra está la ZEC de Anaga, caracterizada por la presencia de brezales secos macaronésicos endémicos, laureles macaronésicos, palmerales, o plantas como el oro de risco o el saúco.
Los parajes de Ijuana y el Pijaral son dos Reservas Naturales Integrales en las que se encuentran brezales, laureles y un bosque mediterráneo endémico de Juniperus ssp, conocido comunmente por sabinas. Pero también se encuentran bosques de laurisilva y de sambucus palmensis. La tercera Reserva Integral la conforman los Roques de Anaga, con una extensión de unas 10 hectáreas, donde las aves marinas que lo habitan son uno de sus principales valores, pero también las plantas que en ellos crecen como los dragos.
A estas figuras se unen las Zonas de Especial Protección para las Aves (ZEPAs). Está la marina, de unas 700 hectáreas, y protección para especies como la gaviota sombría o el charrán patinegro. En la ZEPA de Anaga, la terrestre, se encuentras otras aves como el búho chico, la gallinuela o las palomas de la laurisilva.
Para el que fuera director del Parque Rural de Anaga durante diez años, Cristóbal Rodríguez, y que participó junto a Wildpret en las jornadas de la Fundación Santa Cruz Sostenible aportando todos estos detalles sobre la Reserva, apuntó que, “aunque hay cierto cuestionamiento sobre si es necesario tener tantas figuras de protección, creo que, en principio, es un buen reconocimiento a la biodiversidad del macizo, y una forma de que, en el futuro, Anaga siga manteniendo esos bienes a proteger”.
La Reserva Marina
El catedrático de Biología Animal, Alberto Brito, también se sumó a Wildpret y Rodríguez para hablar sobre, quizá, la parte más desconocida de la Reserva, la marina, y recordó que Anaga es la mayor plataforma submarina de todo Tenerife. La definió como una zona remota-cercana, en la que las aguas son más frías que en el resto de la Isla, lo que la convierte en un sitio muy especial que alberga infinidad de especies. Detalló que se trata de una zona con gran diversidad de hábitats, con ambientes iluminados, en los que, por ejemplo se encuentra la única zona de Tenerife en la que aún queda una pradera de alga parda, prácticamente desaparecida en todo el Archipiélago debido al cambio climático.
Además tiene zonas de sombra- oscuridad, en la que fluye la vida animal de todo tipo, con corales endémicos como los negros, pero también rojos, esponjas… En los hábitats más profundos existen también una gran cantidad de ámbitos con sus propias especies. “Si nos fijamos en lo que denominamos zona azul podemos encontrar tiburones en esa zona de Anaga. Es una especie que se ha enrarecido muchísimo en Canarias, por eso, en Anaga como zona remota-cercana, es la única en la que se pueden ver”, apuntó el catedrático. En la misma zona también pueden verse grandes pelágicos como el el calderón gris, madrigales, petos…
Brito destacó que la alta diversidad de especies obedece a que hay una combinación de aguas templadas y termófilas, que hace que el espacio sea único. “Por ejemplo, la morena es una especie muy rara en Canarias, solo se ve en El Hierro, pero en Tenerife también se puede ver, solo en la norte de Anaga, cerca de los roques”. Otra especie amenazada que se refugia en Anaga, siendo de aguas templadas, es el romero, “que ya casi no se ve”. Los angelotes, que habitan en el sur de Anaga, son otra de esas especies en riesgo, y que en la pradera de sebadal son el depredador dominante.
Brito apuntó que el cambio climático que hace que suba la temperatura del agua, está provocando cambios en la biodiversidad, y puso como ejemplo las especies que estaban asociadas a las praderas de alga marrón, que se han enrarecido en Canarias al desparecer su hábitat natural, excepto en Anaga, donde han encontrado refugio. “Hablamos de una zona rica en biodiversidad con una alta incidencia de usos antrópicos, ya que se pesca, se marisquea, hay un uso intensivo humano. Son actividades con las que tenemos que convivir, pero hay que evitar que afecten más al entorno”, apuntó.
Peligros
Pero al igual que ocurre en tierra con las especies invasoras, en el fondo marino también hay riesgos como por ejemplo el conocido como cangrejo remador, “muy peligroso”. “Yo aconsejo que lo cojan, es bueno para la paella”, admitió Brito con una sonrisa. También llamó la atención sobre las especies que han llegado adheridas a las plataformas petrolíferas que se han instalado en muchas zonas del puerto, como una especie de coral, “y algunas se han escapado del muelle”. Otra de estas especies invasoras es un género de alga (penicillus), “que ha eclosionado y está compitiendo con el sebadal”. Pero quizá, la más peligrosa sea la aparición de una cianobacteria, “sabemos que pueden afectar de manera muy grave a los sebadales, ha eliminado praderas enteras en Gran Canaria e incluso en el sebadal del Sur de la Isla, si se nos meten aquí, es un peligro”.
Brito también se ocupó de la reserva marina de interés pesquero en Anaga que lleva diez años de tramitación, y no acaba de aprobarse. “Es muy difícil ponerse de acuerdo, hay muchos intereses”, apuntó el catedrático. Cree firmemente que su creación es necesaria. “Son reservas que están vigiladas, y si se lleva un buen control, funcionan bien. Esas zonas sirven para que todos aquellos animales vulnerables a la pesca o esenciales para el ecosistema, tengan un espacio en el que reproducirse en libertad, sin presión. Espacios compatibles con los usos fuera de la reserva”.
Publicada originalmente en Diario de Avisos
Imagen: Diario de Avisos