El conjunto formado por muelles, varadero, almacenes carboneros y el puente del barranco, situados frente a las costas de Valleseco, único tramo de fachada marítima que conserva los elementos representativos de una de las etapas más trascendentales de la historia mercantil, industrial y portuaria de Santa Cruz de Tenerife de finales del s.XIX y principios del s.XX, quedarán integrados en la nueva playa de Santa Cruz de Tenerife.
Los barcos graneleros que transportaban el carbón desde Cárdiff (Gales-Reino Unido), a falta de muelle donde atracar, fondeaban frente a la costa de Valleseco, a unos 500 metros de la orilla, en una zona con arena fangosa y excelente tenedero para fijar el ancla. Las faenas de descarga se efectuaba a mar abierta -carboneo a la burra-, en la que los trabajadores de la “carga negra” trasladaban el carbón a las gabarras, dejándolo resbalar a través de planchas de madera; luego, las citadas gabarras lo traían hasta los muelles de las empresas importadoras, donde las vagonetas, tiradas por mulas, se encargaban de transportarlo hasta los almacenes.
Cuando un liners (trasatlántico) venía a suministrarse de carbón lo solicitaba con pitadas largas -cien toneladas por cada pitada-, comenzando entonces la operación inversa; es decir, las vagonetas volvían a cargar el mineral en las gabarras y lo llevaban hasta la banda de los trasatlánticos donde los marineros se encargaban de rellenar carboneras.
La carga y descarga se realizaba a brazo o en vagoneta volcable, lo que originaba una nube de polvo negro que se depositaba en la piel y los pulmones de los obreros; por ello, mientras el barco carboneaba, los botes y cubiertas de paseo los cubrían con lonas para evitar que las nubes del negro polvillo los ensuciaran y, los pasajeros, para no mancharse sus trajes blancos -moda utilizada para viajar-, bajaban a tierra para recorrer los lugares de interés.
El trasiego del carbón se efectuaba con rapidez y eficacia, incluso de noche, aspectos decisivos ante la competencia existente. Los trabajadores cobraban el jornal sólo cuando había barco y, además, tenían que estar a las órdenes para cuando éste llegara. En 1880, el abastecimiento a los buques se efectuaba a razón de 30 toneladas por hora. En 1926 se llegaron a suministrar 2.500 toneladas de carbón en 12 horas. A finales del siglo XIX, los 40 depósitos flotantes que existían en Santa Cruz almacenaba, cada uno, 180 toneladas de carbón.
Por Real Orden de 11 de noviembre de 1876, el puerto de Santa Cruz de Tenerife fue declarado Puerto de Depósito de Carbón, sin gastos arancelarios, pues se trataba de un producto de importación y libre comercio y sólo estaba sujeto al pago del 2% de almacenaje.
El primer almacén-depósito de carbón con muelle-embarcadero y un espigón o rompeolas que se instaló en la margen izquierda del barranco de Valleseco, el 25 de febrero de 1876 fue otorgado a Hamilton y Cía, la empresa carbonera más antigua del Archipiélago Canario, después de haber dejado la industria que tenía montada, desde 1850, en la playa de San Antonio (actual muelle de Ribera).
Las instalaciones las ampliaron en 1903, ahora como Tenerife Coaling Company Ltda, sociedad formada por Hamilton y Cía., Guillermo Davidson y Cía., Le-Brun y Cia. y los Sres. Bruce.
Sería una industria modelo para la época, pues trajeron de Londres 12 gabarras, un remolcador, rieles, vagonetas, básculas, etc. y construyeron un almacén con capacidad para 5.000 Tn de carbón, un muelle-embarcadero, y un espigón o rompeolas. Entre 1903 y 1910, llegaron a suministrar en este Puerto el 50% del carbón.
Para llevar a cabo con fluidez el carboneo, y para conocer con antelación la llegada de los buques, el 20 de noviembre de 1886, la empresa instaló un telégrafo óptico en Igueste de San Andrés, posibilitando una comunicación más rápida con el mirador de la Casa Hamilton en Santa Cruz, el cual dejaría de utilizarse, en 1891, al ponerse en funcionamiento otro semáforo, propiedad del Estado.
Ángel Crosa y Costa, secretario del Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife, fue autorizado a construir muelle explanada y almacenes en las playas contiguas a la desembocadura del barranco de Valleseco, por R.O. de 15 de abril de 1910.
A los dos años, el 20 de abril de 1912, el citado Ángel Crosa, al no disponer de capital suficiente para emprender la obra, cedió y traspasó todos los derechos emanados de las citadas concesiones a Depósitos de Carbones de Tenerife, a cambio de una pensión vitalicia de 3.600 pesetas anuales.
El muelle, de 80,80 m de largo por 6,50 m de ancho y 6 m de alto, tiene enterrados 12 m partiendo del muro de arranque; a continuación, existe una primera “cortadura”, de 26 m de longitud, construida con tubos de hierro; a partir de aquí, existe otra “cortadura” de 3 m de largo, hecha de madera. En el resto del muelle, de 39,80 metros, existen tres hornillos de mina que tenían la función de volar el Muelle en caso de un ataque naval; estos pozos tienen 1 m de largo x 0,80 m de ancho y 4,50 m de profundidad y dos ramales de 1 m de longitud en su parte inferior.
El 13 de abril de 1974, Depósitos de Carbones de Tenerife, cedió su concesión a Imeldo Bello y Cia. S.A para su actividad de Provisionista de Buques pero, el 3 de octubre de 1986, la Junta del Puerto de Santa Cruz de Tenerife los declaró de utilidad pública dentro del plan de aprovechamiento y ordenación de la zona portuaria, siendo ocupado con carácter de urgencia para llevar a cabo la dársena de embarcaciones menores, proyecto que no se llegó a realizar.
Otra de las empresas autorizadas a construir un muelle, almacén y rampa-varadero, en la playa contigua a la desembocadura del barranco de Valleseco, así como un taller y una caseta para la maquinaria de tracción, fue la de Felipe Ravina Veguillas, comerciante y vecino de esta capital, el 12 de julio de 1933.
La citada concesión fue transferida, el 9 noviembre de 1934, a la Sociedad Cory Brothers and Company Limited, la mayor compañía importadora de carbón de Cárdiff.
La industria, formada por muelle, tres naves, varadero, caseta para la máquina de tracción y el tinglado para talleres, fue declarada de utilidad pública para el Estado y para la Provincia al estar emplazada en la mejor zona de fondeo de los buques de tránsito, lo que facilitaba las operaciones de importación-exportación del combustible (carbón) de la época.
Los tres galpones de geométrica arquitectura donde se almacenaba el carbón medía cada uno 16,66 m. de frente y 9 m. de altura. Las cubiertas eran de chapas onduladas de hierro galvanizado, de 1 mm de espesor. El piso esta hecho de cemento en masa y está rayado, imitando losetas. Para facilitar el enlace y comunicación de los almacenes con el muelle, en la parte delantera de las naves existe un terraplén de 10 m, donde estaban instaladas las vías férreas para el transporte de las mercancías. En 1999 se eliminó una de las naves para poder construir la vía de servicio del Puerto, en el tramo muelle Norte-Bufadero.
El Muelle se construyó siguiendo la orientación del cauce del barranco y paralelo al que ya tenía construido Depósitos de Carbones de Tenerife. Está constituido por un basamento de bloques artificiales de hormigón de cemento de 9 Tn, colocados en hileras horizontales y la piedra de la sillería que lo recubre es basáltica (piedra molinera), de unos 50 cm. de largo. Al muelle, de 77 m de largo, 7 m de ancho y 5 m de calado, hay que añadirle los 7 m que mide el puente de madera que salva la “cortadura”, que se encuentra en el origen, mirando desde la parte de tierra. Las tablas que forman el conjunto, debían ser fácilmente desmontables pues, la R.O. del 14-12-1916 decía, entre otras cosas, “Cuando los intereses de la defensa lo exijan, la Autoridad Militar podrá ordenar su ocupación y utilización, con sus aparatos y medios auxiliares, así como su destrucción, inutilización o quema, si fuese preciso, sin que el concesionario tenga derecho a indemnización ni reclamación alguna”
Una vez construido el muelle se procedió al adoquinado del andén y al tendido de las vías férreas necesarias para el transporte. Las dos vías instaladas sobre el muelle, con carriles tipo puerto de 1,10 m. de ancho, lo recorrían en toda su extensión e incluso entraban en los tres almacenes y en la caseta de maquinarias. Para no entorpecer el trabajo, en el centro del muelle existía un cambio de aguja para que las vagonetas, tiradas por caballerías, se cruzaran.
El Varadero, donde la empresa reparaba y limpiaba sus gabarras carboneras, constaba de un plano inclinado de 70 m. de longitud, y una pendiente del 8 por ciento, donde estaban empotrados tres largueros de madera en los que, a su vez, iban encajadas transversalmente 48 empernadas, por donde se deslizaba el carro-cuna, de 16,70 m. de largo y 4,40 m. de ancho.
José Manuel Ledesma Alonso, Cronista Oficial de la Ciudad de Santa Cruz de Tenerife