Los barrancos de la capital

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Los barrancos de la capital

En Santa Cruz, la presencia de numerosos barrancos y barranquillos que descienden desde la vertiente sur del Macizo de Anaga hasta el mar han marcado el desarrollo y evolución del término municipal, pues su geología y su flora autóctona han tenido gran protagonismo en el paisaje. Sus cortaduras, escarpes y cuevas volcánicas nos hablan de la civilización guanche que allí se asentó y de los recursos de que disponían, de la misma manera que más tarde sucedería con los primeros colonizadores castellanos, y está ocurriendo en la actualidad.

Gracias a los embalses que se construyeron en su curso, sus aguas fueron aprovechadas para regar las fincas que se formaron en sus valles, como abrevaderos para el ganado y como lavaderos públicos. Pero también a los barrancos se arrojaban desperdicios y basura, creyendo que las frecuentes avenidas las llevarían hacia el mar; a la vez que fueron utilizados como cloacas de las viviendas, llegándose a formar charcas pestilentes.

A los barrancos de Santos, Tahodio, Valleseco, Bufadero, Cueva Bermeja y San Andrés, que hoy subsisten a la vista del público, hay que añadir los que están soterrados bajos las calles de la ciudad -próxima crónica- y los que en su recorrido se encuentran protegidos por el espacio natural del Parque Rural de Anaga: Igueste, Antequera, Ijuana, Anosma y Roque Bermejo.

De Santos

El barranco de Santos debe su nombre a Diego Santos, amigo y protegido del primer Adelantado, ya que desde 1516 tenía su vivienda -La Casona- muy cerca de su desembocadura, dando nombre al charco que se formaba en la pleamar entre el Hospital y la Iglesia.

El barranco nace en las estribaciones de Jardina, en el monte de Las Mercedes, y después de servir de desagüe natural de La Laguna, en su marcha descendente hacia el mar recoge el agua de los barrancos Gomero, Colín, Tabares, Los Puercos y Carmona, entrando en la jurisdicción de Santa Cruz a la altura del barrio de la Salud Alto. Antes de llegar al puente Zurita recibe la aportación del barranco de Macario, situado a la entrada del barrio La Salud, cubierto por el Parque Las Indias.

A lo largo de su curso, todavía encontramos restos de los ocho embalses o presas que existieron en el pasado siglo, todas inutilizadas, pues sus vasos se han rellenado por los sucesivos arrastres de tierra.

Pasado el puente de las Asuncionistas, el barranco se constriñe en un profundo corte que termina en el conocido Salto del Negro, que separa el barrio Duggi del Parque Viera y Clavijo. Aquí se encuentra el paraje con más valor natural y paisajístico de todo el recorrido urbano del barranco, pues el lecho, bastante llano, discurre entre altos paredones basálticos de total verticalidad, donde aún existen las primitivas cuevas.

Como al aproximarse al puente Galcerán el lecho se ensanchaba y era bastante llano, allí se ubicaron varias fincas de plataneras en el pasado siglo; hoy, en este lugar se han realizado una serie de obras que conforman jardines, zonas de esparcimiento y canchas deportivas para los ciudadanos.

A lo largo del barranco se ha abierto una vía de 2,2 kilómetros de recorrido que conecta el casco de la ciudad con el barrio de La Salud, incorporándole dos falsos túneles, dos puentes, y un paso inferior por el puente Zurita. En ella se han colocado tres esculturas: ‘Vortex Vórtice’, de Paco Palomino; ‘Homenaje a Óscar Domínguez’, de José Abad, y ‘Callao’, de José Antonio Zárate. Al observar su recorrido nos damos cuenta de su función como colector de las aguas pluviales de esta amplia comarca, lo que explica el volumen de sus avenidas cuando se producen lluvias torrenciales que, al llegar al tramo final de su curso, la aparatosidad de las mismas anegan las viviendas próximas a su cauce e inundan la parroquia de La Concepción.

De Tahodio

Con una longitud de 8.605 metros, nace en la Hoya de las Palomas, entre las elevaciones del Cabezo de la Cruz de Carmen y el Cabezo de la Vega, y desemboca en la dársena de Anaga del puerto.

En su cabecera se encuentra el Monte Aguirre, enclave que conserva un antiguo bosque de laurisilva y existen más de 30 galerías de agua de las que, desde 1706, se viene abasteciendo la ciudad.

Parte de su cauce transcurre por una extensa zona rural y natural, donde se encuentran dispersos pequeños caseríos como Tahodio, Puente de Hierro, Cueva Prieta, Valle Luis, Casas de la Charca y Valle Vega.

A 5 kilómetros del litoral su cauce es interrumpido por la pared de contención de la Charca de Tahodio, con capacidad para 900.000 metros cúbicos de agua, la cual se utilizaba en el siglo XX para regar las fincas de plátanos que se encontraban en este valle. En este lugar se asienta el caserío del mismo nombre -Tahodio-, con pequeñas huertas situadas en bancales.

La margen izquierda de su trecho final lo forma la altura de Paso Alto, en cuyas estribaciones está el barrio de La Alegría, casas construidas en el siglo pasado por las personas que llegaron a la capital en busca de trabajo en el muelle.

Mientras en la margen derecha, formada por suaves laderas, procedentes de las últimas estribaciones de Risco Caído, se ha construido una zona residencial -Anaga- donde hasta finales del siglo pasado existían fincas de plataneras. A través de su cauce existe un sendero que comunica Santa Cruz con el Pico del Inglés, en el Monte de Las Mercedes. Este Valle, poblado por los Guanches, según lo demuestran los yacimientos arqueológicos encontrados, sería repartido en las datas de tierra que hizo el conquistador en 1494.

De Valleseco

Nace en la zona montañosa conocida como El Brezal y desemboca en la playa de del mismo nombre.

A lo largo de su recorrido existe un camino de 5.715 m de longitud que une Valleseco con Taborno. A través de él se puede acceder a los núcleos poblacionales de La Cardonera, Las Cuevas, La Quebrada, y El Rebolado; a los caseríos de La Fortaleza, Catalanes, y Casas de Los Berros, y a las huertas de cultivo existentes en estos lugares.

Muy cerca de su desembocadura se localiza el barrio de Valleseco, zona que comenzó a habitarse a partir de 1860 con la llegada de los obreros portuarios y los jornaleros de la cantera de La Jurada.

En su desembocadura se conserva el puente que formaba parte del antiguo camino a San Andrés y Taganana, integrado en el sitio histórico formado por Muelles, Almacenes y Varaderos.

Del Bufadero

Nace en la cumbre dorsal de Anaga, entre las elevaciones de La Atalaya y el Roque del Agua, y transcurre por el valle del mismo nombre a través de 7.642 m de recorrido, desembocando en el barrio de María Jiménez.

A 1,5 kilómetros de la desembocadura, el barranco se divide en dos grandes brazos, que dan nombre a los núcleos de población: Valle Brosque, a la izquierda, y Valle Crispín, a la derecha. Entre ambos se alza el Lomo de los Berros de 530 metros de altitud.

Al remontar su curso, su lecho forma el barranco de Valle Grande, acotado a su izquierda por el Lomo Pelado y a su derecha por la Mesa del Ramonal, separadas entre sí unos 1.500 metros.

El barranco recibe el nombre de Bufadero porque cuando el oleaje penetraba violentamente en su desembocadura, el agua salía expedida con gran fuerza por un respiradero, dando lugar a espectaculares surtidores a la vez que producía un atronador bufido. Este bufadero desaparecería al construirse la carretera de San Andrés. En este lugar se firmó en 1464 la llamada Acta del Bufadero, entre el castellano Diego García de Herrera y los menceyes guanches.

De San Andrés

También llamado barranco del Cercado, nace en las cumbres de Anaga, en la zona conocida como Hoya del Mato, y desemboca en la mar, después de unirse al barranco de las Huertas. A lo largo de todo su cauce se suceden tierras de cultivo y pequeños caseríos agrícolas, y en el tramo medio del valle se encuentra un bonito palmeral.

Como junto a la desembocadura se ubica el pueblo de San Andrés y la playa de las Teresitas, se ha tenido que canalizar su curso, instalar puentes, y una pasarela peatonal para acceder a la playa.

A lo largo de la historia, el barranco ha provocado graves inundaciones en la localidad, testigo de las cuales es el propio castillo, derruido en más de una ocasión. Entre estos episodios, destaca la riada provocada por las lluvias torrenciales del 31 de marzo de 2002, y las lluvias de 1 de febrero de 2010.

Autor: José Manuel Ledesma Alonso. Cronista oficial de Santa Cruz de Tenerife

 

Publicado originalmente en EL DÍA

Imagen: EL DÍA

 

enero 18, 2020|Etiquetas: , , , , |