Cuando en 1871 se estableció en España la primera red de estaciones electro-semafóricas, la comisión encargada de la misma, formada por los Ministerios de Marina, Gobernación y Ultramar, informó favorablemente de la posición que gozaba la punta de Anaga, en Tenerife, para instalar allí un magnífico observatorio para alertar a la población ante un ataque inminente, así como de la llegada de buques a su puerto.
En el Reglamento para el servicio semafórico, publicado en octubre de 1872, aparecían las formas para comunicarse mediante banderas entre los buques y la costa, utilizando el Código Internacional de Señales, mientras que para los buques de guerra españoles, la información se le retransmitía mediante la telegrafía por cable.
El semáforo eléctrico de la Atalaya de Anaga, en Igueste, sería uno los veinte primeros que se construyeron en la costa española, por Real Orden el 9 de junio de 1884.
Su plantilla la componían dos vigías y un mozo de semáforos; siendo los vigías elegidos entre oficiales graduados de la reserva, contramaestres de la Armada, o pilotos de la Marina Mercante, todos con más de cinco años de embarque.
Construido de toba roja del país, a 222 metros sobre el acantilado, contaba de un cuerpo rectangular, con dos viviendas de dos habitaciones, cocina y retrete, otro cuerpo rectangular adosado al anterior, que servía de vivienda al ordenanza, y un tercer cuerpo hexagonal destinado a observatorio, con vistas panorámicas de 360 grados. Contaba además con dos aljibes que se alimentaban del agua de lluvia recogida en la azotea, y un horno de pan exterior.
A partir del citado año, mediante un sistema de banderas que se izaban en un mástil de 16 metros de altura, el semáforo mantenía comunicación visual con la Comandancia de Marina de Santa Cruz, situada a la entrada del Muelle Sur, la cual poseía su correspondiente torre observatorio y palos asta-bandera. A partir de 1946 la enfilación visual pasaría a llevarse con la torre situada en la azotea del actual edificio de la Comandancia Naval, sita en la confluencia de la avenida Francisco La Roche con La Rambla.
Cuando en 1894 entró en funcionamiento el cable de la Societé Française des Telégraphes Sous-Mains, que partiendo de la playa de La Jurada en Santa Cruz de Tenerife permitía la comunicación telegráfica entre Canarias y América, todos los buques en tránsito que querían enviar o recibir mensajes de cualquier parte del mundo lo hacían a través del semáforo de Anaga.
Debido a que con el paso de los años y los avances en las comunicaciones marítimas el semáforo eléctrico de Anaga se volvió innecesario, el 2 de julio de 1970 el Ministerio de Marina lo entregó al de Hacienda, pasando a formar parte del patrimonio del Estado.
Hasta el citado año en que el edificio fue desalojado, los fareros vivieron allí con sus familias; por su parte, el cuerpo de Vigías de Semáforos de la Armada continuaría en activo hasta 1990, año en que fue declarado a extinguir. Hoy solo queda en aquel lugar un ruinoso edificio.
Muy cerca de este lugar, la compañía británica Bruce, Hamilton and Cº construyó en 1886 otro semáforo de banderas para conocer con antelación la llegada de los barcos que venían a carbonear en sus muelles.
Cuando en 1893 dejó de funcionar, la citada empresa le traspasaría al Estado el pequeño embarcadero existente en la playa de Igueste, y el camino de 2.054 metros de longitud que serpenteando la ladera conducía hasta el semáforo eléctrico, situado a una cota sobre el acantilado de 222 metros; vía que la citada empresa había construido para que las bestias pudieran transportar el material para su construcción, las ópticas, las banderas, etc.
* José Manuel Ledesma Alonso, cronista oficial de la ciudad de Santa Cruz de Tenerife
Publicada originalmente en EL DÍA