Junto a la plaza del caserío de Roque Negro se localiza la escuela rural de este caserío de Anaga, que en rótulo de la entrada incluye los nombres de Sor Florentina y de Agustín Cabrera. Los mayores del lugar recuerdan todavía hoy al profesor, que vivía en Los Realejos y que en más de una oportunidad tuvo que hacer noche en Roque Negro cuando llovía para evitar dejar sin clases a sus alumnos, un celo que también puso de manifiesto otros docentes, la señorita Milagros o don Fernando.
Ser maestro en una escuela rural, como las de Anaga, puede ser el grado superlativo de la vocación de profesor, que lejos de ser un peso, viven con alegría el desempeño de su labor. Y si no que se lo digan a María Mamely, que nada más acabar sus estudios de magisterio aprobó las oposiciones que le permitió dar clases un año en un curso del Sur de Tenerife, al siguiente obtuvo plaza en otro centro de Santa Cruz y desde hace dieciocho cursos está al frente de la escuela rural de Roque Negro.
En este caserío ella es la directora, la secretaria y hasta el conserje ajustado el formado de la escuela unitaria, donde los profesores asignados a cada centro asumen un puesto unipersonal; eso sí, precisa, la escuela cuenta también con profesorado especialista itinerante.
Dieciocho años al frente de la escuela de Roque Negro –que abrió sus puertas en 1980, con un edificio nuevo– le ha permitido también ver la evolución de estos pequeños colegios que se ‘inventaron’ a la medida de los caseríos de Anaga en este particular y que junto al diseño curricular que establece la Consejería de Educación, incorpora otras materias que pasan por evitar el despoblamiento y el envejecimiento de la población, para lo que se hace preciso los servicios complementarios. María Mamely rompe una lanza por la consejera de Educación, apuesta de forma contundente la directora de Roque Negro asegura que dicha responsable «defiende las unitarias para conservar las medianías».
Cuando María Mamely llegó Anaga, en el curso 2003-04, estaban en funcionamiento las escuelas rurales de Almáciga, Igueste San Andrés, Taganana, Chamorga, Roque Negro y Las Carboneras, si bien en los últimos diez años se sucedieron los cierres de Taborno, en Chamorga, Taborno y Almáciga, en 2012; los niños de este último se reubicaron en Taganana.
En el particular de Chamorga, María Mamely recuerda que cuando solo quedaba un niño en la escuela se le ofreció la posibilidad de que continuara recibiendo clases sin salir del centro aunque fuera el único porque la profesora incluso estaba dispuesta a acudir hasta Punta de Anaga, pero lo desestimó, al igual que se le ofertó también la posibilidad de enviarle un taxis para que lo llevara a otro centro. Como si hermana ya había concluido los estudios y se matriculó en otro colegio, el niño siguió los pasos de su primogénita. Tras la última configuración de las escuelas rurales, consideración que da la Consejería de Educación a colegios con menos de tres unidades, las unitarias de Anaga se han duplicado en los últimos cursos con la incorporación de Valleseco, que tiene 40 alumnos y tres unidades, y Los Campitos, con 19 alumnos y 2 unidades. No se ha incorporado María Jiménez porque supera el umbral con cinco unidades.
«Hemos crecido», dice María como quien supera el examen con nota. La directora de Roque Negro explica que este curso lleva la coordinación de las escuelas rurales de Anaga, que cuentan con veinticinco profesores que desarrollan, por la especialidad de la mayoría, una docencia itinerante por los centros del macizo. Antes eran más frecuentes las reuniones en el centro de referencia, que tiene un sede en el propio Roque Negro, pero la pandemia también modificó los protocolos en Anaga durante el confinamiento y determinados usos y hábitos, como las reuniones telemáticas, han venido para quedarse, como precisa María Mamely.
Roque Negro puede presumir de ser la escuela rural más pequeña de Tenerife, con cuatro alumnos, y tiene ante sí el reto de compaginar formación y evitar el despoblamiento y el envejecimiento de la población. La directora del centro, después de 18 cursos, predica con el ejemplo, pues se reconoce una enamorada del lugar. «Aquí hemos querido hacer y desarrollar una escuela abierta, no sólo con apoyo para los alumnos sino dispuesta a prestar ayudar y participar en las actividades de Roque Negro».
Pone como ejemplo que el centro cuenta con fibra óptica, una prestación que disfrutan los vecinos que lo desean, que también saben que tienen las puertas abiertas a falta de un local social.
Los niños de Roque Negro
En la escuela de Roque Negro reciben clase un total de cuatro niños, que proceden de los caseríos de Afur, Casas de la Cumbre y el propio Roque Negro, lo que convierte este centro en el colegio más pequeño de Tenerife.
Entre el alumnado, los hermanos Kilian y Saúl, vecinos de Afur. El mayor estudia sexto de Primaria y sueña con llegar a ser youtuber, mientras que el pequeño, que este curso está en primero de Primaria, quiere ser guardia civil.
Entre los cuatro alumnos de la unitaria, otro pupilo de Primaria, Héctor, a quien le queda cerca la escuela porque vive en el mismo Roque Negro, que quiere seguir los pasos de su abuelo y sus primos y ser agricultor. El benjamín de la clase, Eliezer, de 5 años, que viene a diario desde Casas de la Cumbre, con quien María se detiene para explicar a otro nivel el mismo contenido que imparte al resto de la clase. Es precisamente la peculiaridad de la unitaria, donde en el mismo espacio reciben clases en este caso cuatro niños de tres niveles diferentes, y ahí está el reto de la profesora de hablar casi a la vez sobre el volcán –la unidad didáctica que desarrollan en la actualidad– para un niño de tercero de Infantil y para dos de sexto de Primaria. Los niños de Roque Negro estudian en familia, sabiendo que tienen en sus manos el futuro del caserío; la profesora prefiere disfrutar el hoy y no pensar que este curso acaban Primaria dos de sus cuatro alumnos.
Publicada originalmente en EL DÍA
Imagen: EL DÍA