Los vecinos de Anaga y los propietarios de terrenos agrícolas en la zona mayoritaria del Macizo, la que corresponde a los municipios de La Laguna y Santa Cruz, apuestan por las apañadas como el sistema para erradicar el ganado asilvestrado, básicamente ovejas y cabras, que, aseguran «ha llegado a campar a sus anchas para destrozarlo todo». El Cabildo ha encargado a la empresa Gesplan el control de esta fauna salvaje «y se agradece y se valora», pero entienden estas fuentes que «hace falta continuidad» porque «es el peor verano que se recuerda en cuanto a la acción indiscriminada de estos animales».
La Laguna
Los cinco colectivos vecinales de la Anaga lagunera registraron un escrito el pasado junio en el que denuncian que «estos animales estaban en los riscos pero se desplazan y han llegado a los llanos donde arrasan todo lo que encuentran a su paso». Añaden: «Supone un problema para la flora, que ha desaparecido prácticamente por donde se mueven, para los cultivos agrícolas y por ende para las personas». Lo corrobora Demófilo Díaz, de Aguaide, de Chinamada, quien añade: «Llevamos sufriendo esto años y cada día son más. Destruyen sobre todo huertas de papas y batatas». Subraya: «Lo intentamos nosotros de manera artesanal con vallados y logramos retener alguna cabra pero no fue suficiente». Valora –como sus compañeros de El Río-Cabeza de Toro, Cuevas de Lino, de El Batán, Tenejía, de Las Carboneras, y Bejía– que «desde hace unos meses se encarga del control Gesplan». Consideran que «con respeto medioambiental y profesionalidad». Por eso, concluyen, «frente a versiones farragosas defendemos su trabajo y las apañadas». Solicitan «más continuidad porque llevan un tiempo con actuaciones más aisladas». El problema, explica Díaz, «se agudiza en verano porque no tienen comida y la buscan». Lo que pide es «la erradicación por el sistema que sea; incluso, en ultimísimo caso también habría que hacer algo».
Santa Cruz
En la parte anaguense de la capital existen dos posiciones, según las fuentes consultadas, sin la unidad de sus vecinos laguneros. La mayoritaria es la misma que en Aguere, la de residentes y propietarios de terrenos afectados por los destrozos en cultivos y otras instalaciones. Hacen un inventario: El Cercado en San Andrés, los valles de Igueste, Tahodio, Lomo de Las Bodegas, Chamorga, Taborno, Roque Bermejo, Palmas de Anaga o El Draguillo. Piden que se eliminen (capturando) y no existan animales sueltos en estado salvaje. Quieren ganadería, pero ordenada, con pastores y respeto a los terrenos y cultivos. La otra opción, minoritaria, es la que aboga porque estos animales son un beneficio ya que limpian de «malas hierbas». Las fuentes consultadas valoran que lo que se defiende es «tenerlos para el autoconsumo a través de su caza en un coto privado». Incluso, señalan, «utilizan los argumentos de los animalistas para que no se capturen, pero ellos, directamente, los cazan». Consideran que «esto ha creado en el pasado tensiones y cuando hay destrozos, se reavivan». Desde Anaga entienden que «quienes viven en zonas urbanas y no conocen o no tienen idea del campo. Opinan en función de su cultura, ideas preconcebidas o conocimientos científicos. A favor o en contra».
En primera persona
Andrés Baute, de la AV Valles del Sur de Anaga, es vecino y propietario de terrenos en la zona. Considera que «antes la cultura era que había cabreros con estos animales para su aprovechamiento, además de carne y leche, en el hueso para los anzuelos o el cuero del zurrón. Hoy se les dejar sueltos y se crea este problema» exponencial. Para Baute «se meten en los cultivos y no dejan nada tras su paso». Añade: «En verano se comen hasta la corteza de los árboles e impiden su crecimiento». Incide en que «si se acostumbran a comer verduras y hortalizas luego no hay quien los saque de ahí». Apuesta por «la erradicación; sea con apañadas o no. Porque ya se sueltan hasta híbridos de oveja y muflón que no dan leche». Critica la «idea romántica e idílica de la cabra porque hablamos da animales salvajes, auténticas hordas». Aclara: «Se confunden con el ganado guaní, que está en un valle y del que se aprovecha todo. Son domésticos y no un ganado asilvestrado que, incluso, puede llegar a transmitir enfermedades como la sarna o la fiebre Q». Respecto a las apañadas, valora: «Sí, vale, de acuerdo. Pero ¿no tiene estrés un animal al que cercan y meten en un camión para llevar a no se sabe dónde? ¿No corren peligro de enrriscarse por una zona tan abrupta como esta durante la apañada? Son preguntas que me hago». Y otra reflexión: «Son animales cárnicos; ¿y a los cochinos, no se les mata?». Baute sentencia: «Control y erradicación porque son como ratas a nivel del suelo agrícola, comiéndoselo todo hasta destruir en breve plazo un huerto de 80 metros cuadrados». Invita a «conocer lo que se ha hecho en lugares como las Islas Galápagos y su experiencia desde hace 30 años hasta ahora». Y concluye. «A los técnicos les digo que Anaga no es la plaza de España. Vengan aquí y comprueben sobre el terreno de qué hablamos».
La visión de la ciencia
Hace apenas unos días, el pasado 31 de julio, el profesor de la ULPG Marcos Salas Pascual explicaba con detalle en su blog Invasiones biológicas de Canarias el marco de la situación. Decía en este contexto que «el problema de las cabras asilvestradas y el daño que producen en los ecosistemas insulares, los canarios entre ellos, es como un campo minado para cualquiera… donde se mezclan temas técnicos, éticos, sentimentales, históricos, etc….» Añade: «Las cabras producen daños en los ecosistemas canarios, su acción contribuye a la extinción de especies e impide las labores de restauración ecológica…». Apostilla: «Las cabras salvajes no pueden entrar dentro del circuito alimentario normal». E indica: «Sólo falta pensar en cómo sacarlas de esos sitios». El experto plantea desde las armas de fuego -usadas en el 80% de las actuaciones realizadas en todo el mundo- a apañadas, aunque «tampoco son tan inofensivas como parece». Resume su posición: «A nadie le gusta matar animales; ni cabras, ni gatos e, incluso, ni cucarachas, pero en ocasiones es necesario e inevitable para conseguir un objetivo: que dejen de afectar al medio». Concluye: «Hay que avanzar en la solución del problema antes de que se extingan más plantas y animales». Lanza un reto final: «Si alguien tiene otra solución, por favor que la escriba en un comentario». No tiene ninguno todavía.
Noticia publicada originalmente en EL DÍA
Imagen: EL DÍA