Los canales y cazoletas localizados en el deshabitado caserío de Las Palmas de Anaga, en Tenerife, podrían indicar para los guanches el retorno del verano, pues en el solsticio el Sol despunta por la cima del imponente Roque del Aderno, a cuyos pies se encuentran estos vestigios aborígenes.
Así lo expone en un artículo de investigación el historiador Miguel Martín, quien señala que no es casualidad que estos restos guanches se localicen «en ese lugar tan preciso», en alusión a la a plataforma rocosa que muestra restos de antiguas talladuras en forma de canales y cazoletas al pide del roque.
Los canales y cazoletas de Las Palmas de Anaga se ubican sobre una roca porosa formando una plancha con unas dimensiones de unos seis metros de desarrollo y contiene unas 30 cazoletas, las más grandes de unos 20 centímetros de diámetro.
Los canalillos son pequeños, muchos de ellos poco remarcados debido a la erosión. Algunos desembocan en los laterales de la roca y otros terminan en un canal mayor principal, más grueso y profundo, que fluye en dirección norte descendente.
La combinación de cazoletas con canalillos ha conducido al grueso de los investigadores a plantear interpretaciones basadas exclusivamente en relación al vertido de líquidos, continúa Martín, quien explica que el razonamiento más recurrido es el de que se usaban para invocar la lluvia.
Algunos autores han llegado a plantear una clara función práctica de canalización y recogida de aguas de lluvia y otras interpretaciones relacionan estos espacios con prácticas puramente simbólicas, sin función práctica justificables, vinculadas a rutas ganaderas y control de pasos.
Algunos han llegado incluso a vislumbrar mapas celestes y fenómenos asociados al movimiento de los astros, incluso sistemas calendáricos, añade. Pero, a su juicio, el paisaje no es solo un espacio doméstico y de carácter económico de aprovechamiento agroganadero, recolección, caza y pesca sino que «va mucho más allá, dando entrada a la dimensión ritual y simbólica».
Una vez ocupado, sus construcciones, en este caso canales y cazoletas, lo convierte en un paisaje pensado entre el simbolismo y la racionalidad, concreto y diferenciado y los guanches vivían inmersos en un sistema o universo simbólico que trataba de dar sentido a sus vidas, determinando sus conductas, más allá del alcance de la razón.
«Por eso nos cuesta tanto entenderlo pero sólo con reparar en lo que te rodea, es muy probable encontrar respuestas», puntualiza Miguel Martín.
El significado del conjunto de canales y cazoletas de Las Palmas de Anaga desborda el contexto particular donde aparece y remite a otros, ya que «aquí, como en otros muchos lugares, el pensamiento simbólico se proyecta sobre el paisaje», asegura.
«Existe una clara asociación simbólica entre el sitio, los canales y cazoletas, con el paisaje y el cosmos (astros) unidos mediante una orientación astronómica y de este modo, se construye un paisaje al identificar los elementos que destacan visualmente (Roque del Aderno)», sostiene el investigador.
A la vista está que su finalidad ritual es la conservación del orden cósmico porque, continúa argumentando, a partir de una simple orientación astronómica, los guanches de Anaga se situaron en relación con el cosmos, se construye el “almogaren” de Las Palmas de Anaga y la vivencia religiosa del espacio concreto define el carácter sagrado del lugar.
«Ahora podían comprender el mundo que los rodeaba siempre bajo la idea de la repetición de una fuerza sagrada» una vez establecido el punto fijo (canales y cazoletas), se toma como referencia otros elementos naturales significativos (Roque del Aderno) y los elementos recurrentes de orden temporal como son los astros (en este caso el sol durante el solsticio de verano).
De esta forma, se concreta y nace la conexión entre el espacio elegido con el tiempo percibido, apunta Martín, para quien la maquinaria cósmica «comienza a funcionar y esto les procuró seguridad y protección». Los guanches de Anaga usaron el espacio y lo muestran cada vez que se interrumpe la continuidad del tiempo, en el instante en el que el sol del verano se detiene (solsticio= sol quieto) y despunta por la cima del imponente Roque del Aderno. El espacio y el tiempo se ensamblan, concluye.