El caserío de Almáciga vivió este fin de semana la consagración del nuevo templo en honor a la Virgen de Begoña, cuya construcción arrancó hace trece años, pero que, por diversas circunstancias, no se había finalizado hasta el pasado mes de mayo.
La historia de esta nueva iglesia se remonta a una mañana de abril de 1949, cuando tres vecinos del caserío de Almáciga, en Anaga, Eusebio Sosa, Benita Izquierdo y Luisa Izquierdo, encontraron una pequeña botella de agua de Caravaña en la orilla de la playa. Estaba sellada con cera y lacre y contenía unas estampas de la Virgen de Begoña.
Como no sabían leer, llevaron el mensaje de la botella a la maestra del pueblo, doña Clotilde y ella les leyó su contenido. El texto relataba que la botella había sido lanzada al mar, en agosto del año anterior, por 35 peregrinos de la Acción Católica de Bilbao que viajaban a bordo del vapor «Aragón». Iban rumbo a Santiago de Compostela. Culminaba con un profético: «Nos encontramos en el cielo», si bien esto último, afortunadamente, no llegó a cumplirse.
Siguiendo las indicaciones de los vecinos de Almáciga, doña Clotilde escribió una carta a Martín del Valle, la persona que se identificaba y aportaba su domicilio en uno de los documentos de aquella botella, en la que le solicitaban un cuadro de la Virgen o una pequeña imagen para venerar a partir de aquel momento en la pequeña ermita del pueblo, cuyo patrón es San Juan Bautista.
Cuenta la nieta de Eusebio y Benita que ‘cuando Martín del Valle recibió la carta en Bilbao no se lo creía’, pero a partir de entonces la correspondencia entre ambos pueblos se hizo habitual. Tal fue la devoción que despertó en el lugar la Virgen de Begoña, que la gente comenzó a pedir que fuera la patrona del caserío. Tanto es así que el equipo de fútbol local pasó a llamarse Unión Deportiva La Begoña.
Pero la historia continuó, impulsada desde Bilbao. Un artículo del jesuita Andrés de Arístegui, publicado en La Gaceta del Norte, se convirtió en el paso definitivo para que una talla de la Virgen de Begoña, igual que la bilbaína, fuera enviada a Tenerife. Llegó al puerto de la capital el 6 de mayo de 1950 a bordo del ‘Monte de Urquiola’, y fue recibida por una gran multitud y por las autoridades de la Isla. Ocho días después, en la falúa de Ismael, la Virgen fue transportada y descargada en la playa del Roque de Las Bodegas.
La réplica fue colocada en la ermita el 14 de mayo del año 1950, que durante un tiempo fue vigilada por los propios vecinos para evitar un posible robo. Y allí permaneció hasta comienzos de siglo, cuando se decide tirar la antigua ermita para construir una nueva iglesia a la entrada del pueblo. Sin embargo, lo que parecía que iba a ser un solución rápida se complicó con el paso de los años, principalmente debido a la crisis económica.
Pero la obra no podía quedar a medio hacer. La historia bien merecía un final feliz. En agosto de 2017, la Cofradía de Begoña de Bilbao anunció el inicio de una campaña para recaudar fondos con el objeto de poder culminar las obras del templo. Se sumaban así al esfuerzo que, durante años, llevaban haciendo los vecinos del caserío de Anaga.
Ese mismo mes llegaron a la Isla los primeros recursos, alrededor de 6.000 euros, a los que se sumarían posteriormente otras cantidades. El coste total de los trabajos se había calculado en unos 350.000 euros. Finalmente, y tras casi dos décadas, la iglesia pudo ser terminada con el esfuerzo de todos.
Hasta que por fin el sábado 1 de junio, el obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, y el obispo auxiliar de Bilbao, Joseba Segura, presidieron la consagración del templo. También participó el párroco del barrio de Begoña, Eusebio Pérez, y además de los y las residentes del Macizo, asistió un grupo de personas pertenecientes a la bilbaína Cofradía de Begoña. Entre ellas, José Luis Ausín, de 88 años, uno de los jóvenes de Acción Católica que en abril de 1949 lanzó la botella al mar. ‘Mía fue la idea de que el corcho fuera lacrado con cera para evitar que entrara agua’ afirmaba el propio Ausín. Posiblemente gracias a él comenzó una bonita historia que ha unido a dos pueblos para siempre y cuyo último capítulo se escribió este primero de junio en Almáciga.